La distribución de los organismos que vemos en la actualidad no es fruto del azar. Dicha distribución está controlada por la configuración geográfica de la superficie terrestre y por las condiciones ambientales en cada zona y en cada momento de la historia de la Tierra. Los organismos están adaptados a determinadas condiciones ambientales, por lo que se encontrarán allí donde se den las circunstancias adecuadas para su desarrollo. Sin embargo, hay que tener presente que ni la geografía que conocemos hoy en día ni el ambiente han permanecido inmutables a lo largo de la historia de nuestro planeta. La superficie de la Tierra está formada por un conjunto de grandes placas tectónicas que se desplazan unas con respecto a otras sobre la superficie terrestre. Esto es lo que denominamos Tectónica de Placas. Es como si la superficie de nuestro planeta fuera un inmenso puzle en el cual las piezas se desplazaran con el tiempo cambiando así la imagen del puzle y la configuración de las piezas que lo constituyen. Estos cambios geográficos a través del tiempo determinan cambios en las condiciones ambientales del planeta, como son la temperatura global de la Tierra, la posición de la línea de costa, la distribución de las corrientes oceánicas, la dinámica de circulación atmosférica, etc. En este contexto de un planeta constantemente cambiante los organismos se distribuyen no solo atendiendo a sus requerimientos y adaptaciones ecológicas, sino también, como decíamos al principio, dependiendo del momento histórico en el que nos encontremos.
Desde un punto de vista biogeográfico, el Mar Mediterráneo resulta una región particularmente interesante dada su configuración y su posición latitudinal. En la actualidad, el Mediterráneo es una gran masa de agua parcialmente aislada del resto de los océanos del planeta. La única vía de intercambio natural con otras masas de aguas oceánicas se encuentra en su extremo más occidental, en el Estrecho de Gibraltar. Aquí, una masa de agua fría procedente del Atlántico entra en el Mediterráneo por la zona superficial de la columna de agua. Por su parte, las aguas mediterráneas, más calientes y de mayor salinidad que las del Atlántico, se desplazan hacia el oeste por el fondo del estrecho.
Pero tanto la configuración geográfica como el intercambio de aguas en la conexión Atlántico-Mediterráneo que conocemos hoy en día se han adquirido en épocas relativamente recientes de la historia de la Tierra. Una historia que se remonta, aproximadamente, a los últimos 20 millones de años (Ma) y que ha estado muy condicionada por los movimientos tectónicos de las placas terrestres y las variaciones del nivel del mar. Con anterioridad a esta fecha el Mar Mediterráneo no estaba diferenciado. En su lugar, lo que existía era una gran masa de agua oceánica entre Eurasia y África que servía de comunicación entre el Océano Atlántico y el Océano Índico. Es lo que se conoce como Tetis (Tethys). En este contexto, hace aproximadamente 40 Ma, el Tetis occidental fue un punto caliente de diversidad biológica en el medio marino.
Debido al desplazamiento hacia el norte de la placa tectónica Africana se produjo un fenómeno de colisión de esta placa con la placa tectónica Euroasiática. Hace algo más de 30 Ma, en el extremo nororiental de la placa Africana comenzó a desgajarse un trozo de masa terrestre, la placa Arábica, a partir de una gran fractura abierta en la corteza terrestre, antecesora del actual Gran Valle del Rift en África oriental. Así mismo, los máximos de diversidad biológica en el medio marino se desplazan desde el Tetis Occidental hacia el la zona ocupada en la actualidad por Arabia y el Mar Rojo. El movimiento de la placa Arábica provocó la emersión de tierras en la zona de Oriente Medio hace aproximadamente 20 Ma. La consecuencia de esta emersión fue el fin de la conexión entre el Tetis con el Océano Índico y el cese en el intercambio de organismos marinos entre ambas masas de aguas. Por otro lado, se establecieron nuevos puentes continentales que facilitaron el flujo de animales terrestres del norte de África hacia Eurasia y viceversa. Coincidiendo con el cierre de la conexión entre el Mediterráneo y el Índico, los máximos de diversidad biológica en el medio marino se desplazaron hacia la región Indo-Pacífica. Este punto caliente de diversidad se mantiene aún en la actualidad.
Durante el choque de placas tectónicas Africana y Euroasiática los sedimentos que se estaban depositando en el Tetis comenzaron a deformarse y plegarse hasta emerger desde las profundidades marinas para transformarse en las elevadas cadenas montañosas que bordean actualmente el Mediterráneo. Entre esos relieves se encuentra la Cordillera Bética. Al tiempo que se producía el acercamiento de ambas placas, y como consecuencia de variaciones globales del nivel del mar, el Tetis iba reduciendo su tamaño y nuevos terrenos emergían cambiando así la configuración geográfica de la zona. En el centro y este de Europa se individualizó una masa de agua, conocida como Paratetis, que fue aislándose del resto del Tetis con la emersión de los Alpes, los Cárpatos, los Alpes Dináricos, y las cordillera del Taurus y Elburz. La emersión de estas cadenas montañosas aislaron definitivamente el Paratetis, transformándose durante este proceso desde un mar comunicado con el Tetis, en un gran mar semiaislado y, finalmente, en un mar interior aislado completamente de cualquier otra influencia marina.
Desde que se cerrara definitivamente la conexión del Mediterráneo con el Índico, la única comunicación abierta con otros océanos fue por el oeste, con el Océano Atlántico. La progresiva emersión de la Cordillera Bética en el sur de la península y de la cadena del Rif en el norte de Marruecos es determinante para entender los cambios más recientes que acontecieron en la configuración del Mediterráneo y que tuvieron unas consecuencias sin precedentes en la historia reciente de la región. Los cambios paleogeográficos ocurridos en la Cordillera Bética durante los últimos 15 Ma llevaron a la formación, y posterior cierre, de diferentes estrechos que comunicaban el Mediterráneo con el Atlántico. La primera gran vía de comunicación que se cerró fue el denominado Estrecho Norbético, un pasillo marino localizado en el nordeste de la Cordillera Bética, entre las provincias de Jaén, Granada, Murcia y Albacete, hace unos 11-11,5 Ma. Nace así la Cuenca del Guadalquivir, una extensión marina que avanzaba tierra adentro por el actual valle de este río. A partir de este momento, las conexiones Atlántico-Mediterráneo se establecen por una serie de corredores o estrechos que conectan la Cuenca del Guadalquivir y diversas cuencas establecidas en la Cordillera Bética. Entre hace aproximadamente 10 Ma y 7 Ma, durante el periodo de tiempo geológico conocido como Tortoniense, se cerraron el Estrecho de Zagra, que comunicaba el extremo noroccidental de la Cuenca del Granada con la Cuenca del Guadalquivir, y el Estrecho de Dehesas de Guadix, que conectaba las cuencas del Guadalquivir y de Guadix. Finalmente, el último estrecho en cerrarse, hace unos 6 Ma, fue el Estrecho del Guadalhorce que comunicaba la Cuenca del Guadalquivir y el Mediterráneo a lo largo de una zona próxima al actual valle del Río Guadalhorce (Málaga). El progresivo cierre de estas conexiones marinas se produjo por la emersión de nuevos relieves asociados al levantamiento tectónico de la Cordillera Bética.
Durante este periodo de tiempo en el que se fueron cerrando los estrechos béticos, la temperatura global del planeta experimentó cambios notables que afectaron a las comunidades de organismos que habitaron el Mediterráneo. Durante los periodos más cálidos se desarrollaron arrecifes tropicales ya que el Mediterráneo se situaba dentro de la franja latitudinal intertropical. En los periodos más fríos, sin embargo, los arrecifes desaparecían y en su lugar se establecían comunidades típicas de latitudes templado-frías intermedias. Dado que la comunicación en el extremo oriental del Mediterráneo ya estaba cerrada, la única posibilidad de colonización de las larvas de coral es a través de corrientes oceánicas que se desplazaran desde la zona tropical del Atlántico Sur e invadieran el Mediterráneo a través de los pasillos marinos que pudieran existir en el norte de Marruecos.
Para la época en la que desaparecieron los últimos pasillos marinos, el Estrecho de Gibraltar no existía; en su lugar había una masa de tierra emergida conectando la Península Ibérica y Marruecos. El sucesivo cierre de los mencionados estrechos provocó el aislamiento del Mediterráneo. Esto, junto con un balance hídrico negativo debido a que la evaporación excedía a la entrada de agua, produjo un considerable aumento de la concentración salina hasta alcanzar los niveles de precipitación de la sal y el yeso. Se produjo, entonces, el depósito de potentes acúmulos de evaporitas hasta la desecación prácticamente total del Mediterráneo. Este proceso que tuvo lugar entre aproximadamente 6 Ma y 5,5 Ma, durante la etapa conocida como Crisis de Salinidad Messiniense, es uno de los procesos geológicos más espectaculares e intrigantes ocurridos en la historia reciente de la Tierra. Gracias a este evento, se produjo un intenso intercambio de faunas terrestres entre el norte de Marruecos y la Península Ibérica.
Hace unos 5,5 Ma el agua marina volvió a invadir el Mediterráneo procedente del Atlántico. Después del depósito de las evaporitas, en diferentes puntos del Mediterráneo Occidental se formaron nuevos arrecifes de coral. Estos arrecifes muestran una diversidad de corales muy baja, típica de los arrecifes de coral situados en el límite latitudinal de tolerancia de estos organismos. Posteriormente, el Estrecho de Gibraltar se abrió definitivamente hace unos 5 Ma y aguas atlánticas más frías procedentes de latitudes más altas entran en el Mediterráneo, acabando así con la presencia de arrecifes de coral en la zona. La entrada de estas aguas más frías y ricas en nutrientes favorecieron el desarrollo de afloramientos marinos (corrientes de upwelling) en la plataforma marina de la cosa malagueña, muy especialmente en la zona entre Marbella y Estepona. Esta entrada de nutrientes estimuló el desarrollo de una abundante y diversa fauna marina en esta zona. Algunos estudios que comparan asociaciones de fósiles marinos de entre 5 y 3,5 Ma en distintas regiones del Mediterráneo sugieren que las más diversas se localizan en los sedimentos depositados en los alrededores de Estepona.
Desde que se abrió el Estrecho de Gibraltar y hasta la actualidad, la costa del Mar Mediterráneo en el sur de la Península Ibérica ha experimentado pocos cambios. Únicamente, algunos entrantes marinos avanzaban tierra adentro, cambiando ligeramente la geografía de la costa. Es a partir del último millón de años aproximadamente cuando la costa adquiere su configuración actual. Durante este tiempo se registran algunas invasiones de organismos marinos procedentes de las regiones tropicales del Atlántico Sur. Muy probablemente estas colonizaciones puntuales se produjeron durante periodos más cálidos interglaciares.
JULIO AGUIRRE RODRÍGUEZ