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Historiografía, morfología urbana y arquitectónica en el litoral de Granada (II) La Edad de Hierro.

Como vimos en la anterior sección de esta lectura historiográfica de la morfología urbana y arquitectónica del litoral granadino, hasta el Bronce final los conjuntos urbanos se conforman desde una clara delimitación entre interior y exterior. Bien a nivel de unidad constructiva, bien como conjuntos fundados en la necesidad de defensa y alimentación por agregación y cierta especialización social, los conjuntos edificados estaban compuestos mediante unidades compactas, articuladas como conjunto mediante la repetición, y separados del exterior mediante recintos amurallados.

Así, la construcción y la morfología urbana en la cultura de los Millares (3.200 a. JC.- 1.800 a. JC.) estaban formadas por células constructivas independientes, con espacio interior unitario, y rodeadas por una línea de fortificación, que dejaba gran cantidad de espacio libre en el interior del conjunto, pero siempre opuesto al espacio arquitectónico, interior y unitario, de las construcciones. Sin embargo, la cultura argárica (2.500 a. JC.- 750 a. JC.) sigue conformando sus unidades constructivas como contenedores de espacio único, aunque de planta rectangular y con agrupaciones de las mismas que responden a criterios de minimización del espacio colectivo interior del conjunto. El espacio interior sigue siendo unitario, si bien la defensa del conjunto viene dada por la ubicación en mayor grado que por elementos defensivos añadidos. Ambas consideraciones fueron tratadas con anterioridad. (1)

En el litoral de Granada, por tanto, hasta el periodo del Bronce final la conformación arquitectónica y urbana se realizará mediante composición por partes (2), basada en construcciones en pabellón sencillo, unitario y compacto, asimilado a objeto en el paisaje y de configuración exenta y separada del resto de unidades del conjunto formado por mera repetición de unidades de mínima variación entre sí, al estar limitadas fundamentalmente por la disponibilidad de materiales de construcción de fácil extracción en el entorno próximo (3). Ésta es la morfología de las configuraciones tipológicas de las agrupaciones humanas fuera de cuevas en el bajo Neolítico, esto es, desde el IV milenio a. de JC. hasta el Bronce final -I milenio a. de JC.-, y el litoral de Granada no es excepción.

Edad del Hierro: 750-250 a. JC.

 Es la Edad del Hierro la etapa en la que se puede afirmar se genera la cultura íbera. Entre el 1.100 y el 700 a. de JC, la perfusión de culturas en la península evidencia la bondad de este entorno para la supervivencia personal y el progreso social de diferentes culturas.

Por una parte, a finales del II milenio y principios del I milenio a. de JC. se establecen en zonas concretas de Granada, Almería y Málaga grupos provenientes de culturas de la meseta, que sin embargo no alteran en gran medida el sustrato cultural precedente existente en este ámbito, fundamentalmente de culturizaciones argáricas, del bronce final (4). Estas culturas poseen un urbanismo de origen celtibérico, coincidente en gran medida con los modelos argáricos ya presentes en la región, por lo que las innovaciones no lo son a nivel urbano o arquitectónico.

Los poblados al comienzo de la alta edad del Hierro –edad del Hierro I, entre el 1.200 y el 1.000 a. de JC.- en el ámbito de la actual provincia de Granada, son en su mayoría de fundación anterior, como el Cerro de la Virgen en Orce, el Cerro de la Encina en Monachil, el Cerro de los Castellones en Morelábor y la Cuesta del Negro en Purullena (5). En las mismas podemos observar los principios de organización urbana y de configuración arquitectónica propios de la cultura del Argar. La innovación del hierro, sobre la técnica del bronce, no permitió una evolución técnica tal que conllevara cambios representativos a nivel arquitectónico, por lo que los poblados referenciados en esta época del Hierro son, muy mayoritariamente, continuaciones de los del Argar, si bien se producen en todos ellos notables ampliaciones en su extensión durante el periodo (6).

Fig 1. Reconstrucción del poblado del cerro de la Encina, en Monachil. foto Fco. Javier Hernández, LDG.
Fig #2. Poblado de la Cuesta del Negro, en Purullena. Nótese la agregación de construcciones de planta cuadrangular. Foto, Heliodoro de Halicarnaso, Historiae.

Sin embargo, y es lo verdaderamente característico de nuestro litoral, en el actual ámbito de la costa granadina comienza la fundación de poblados comerciales por parte de expediciones protogriegas y fenicias –éstos últimos fundan núcleos estables en la costa- que junto las invasiones célticas, y las culturas autóctonas –en este entorno y época, básicamente descendientes del Argar- se entremezclan en la península dando lugar a un conglomerado complejo de culturas celtibéricas (7). Este proceso, apasionante, de generación de la cultura íbera, sigue en abierto (8), y poco a poco recupera el lugar que merece en el estudio de nuestra historia, desgraciadamente preferida –al menos, hasta ahora- en otros estratos posteriores.

Fig 3. Mapa de las colonias fenicias a lo largo de la costa mediterránea. 1754, Gabriel Ramírez. En “The Mediterranean World 1600-1800” de Braudel Revisited.

Con la llegada de estos pueblos mediterráneos en el litoral sur Mediterráneo y principalmente en el litoral de Granada (9), hará su entrada un elemento arquitectónico que alterará la configuración del espacio interior de las edificaciones, y, con él, el de la morfología de la ciudad: el patio. Este elemento es el nexo clave de articulación en la composición de la arquitectura mediterránea, cuyo origen se remonta al de las ciudades más antiguas del mundo: las del creciente fértil, en especial la fenicia -a los efectos de ésta innovación arquitectónica- las del sur de Mesopotamia y las protogriegas. Estas culturas, con ciudades ya de varios milenios de antigüedad a su llegada al litoral de Granada, posee el patio como elemento morfológico primordial en los códigos geométricos de las mismas.

Las ciudades fenicias (10), principalmente Byblos y Tiro (11) son asimiladas como los polos característicos de un amplio periodo que abarca el nacimiento y el desarrollo del urbanismo en fenicia, desde sus inicios en el Bronce Antiguo, su consolidación durante el Bronce Medio y Final y su reestructuración final a lo largo del Hierro, cuando se expanden por el Mediterráneo. La ciudad de Byblos está comúnmente establecida como una de las más antiguas del mundo, fundada en torno al 4.800-4.500 a. de JC. y hasta nuestros días.

Fig 4. Reconstrucción de Byblos en el año 1.000 a. de JC., por Jerry Gerace, CAD Research Group, Faculty of Environmental Design, University of Montreal.

Las ciudades fenicias poseían similar contraste entre interior y exterior -demediado por los sistemas defensivos amurallados- al de ciudades del Cobre y el Bronce, pero contaban en su interior con una jerarquía en sus construcciones, diferenciando el tejido residencial general, de los equipamientos comunitarios. Esta graduación o jerarquía no se produce únicamente respecto del uso, sino sobre su configuración tipológica y, especialmente, la escala de dichas arquitecturas representativas.

En dicho entorno, también ciudades sumerias como Ur de los Caldeos, Jericó, Jerusalén, ya se encuentran bien establecidas en torno al 2.000 a. de JC. Poseen una alta densidad edificatoria en las que sólo los Temenos y los puertos representaban espacios libres interiores aparte de las estrechas calles

Fig 6. Ur, detalle del barrio de viviendas del periodo 1.900-1674 a. de JC. excavado por Leonard Woolley. Nótese la indeferenciación entre calle espacio público y privado, y compárese con la evidente diferencia interior-exterior en las ciudades de las culturas coetáneas de los Millares o del Argar. En “History of Urban Form: Before the Industrial Revolutions” de A.E.J. Morris.

En estas ciudades sumerias no se segregaban de forma absoluta el espacio público y el espacio privado, sino que entre sus diferentes alineaciones existía una graduación de usos mixtos y propiedad indefinida facilitados bien por el clima templado, bien por las limitaciones técnicas producidas por los materiales disponibles –básicamente adobe y madera de tamarindo, de baja resistencia, para la mayor parte de las construcciones residenciales- que limitaban las dimensiones de sus unidades constructivas y, además, por las limitaciones que el carácter defensivo de las ciudades imponía.

En dichas ciudades, con una ocupación cercana al 85% del espacio disponible total, el mecanismo compositivo del patio, esto es, una estancia central descubierta y abierta al resto de estancias, permite dotar de la imprescindible isolación y aireación a las viviendas, cerradas sobre sí mismas debido a la densidad de uso de los espacios libres.

A las culturas mesopotámicas habrá que sumar las culturas protogriegas, micénicas y minóicas, cuyas configuraciones arquitectónicas en torno al patio pueden ser establecidas tipológicamente como el germen de la arquitectura mediterránea, de composición por patios. Ciudades Minóicas como Cnosos (del 2.500 a. de JC. hasta el 1.500 a. de JC.) en Creta, y ciudades micénicas como Micenas (1.800 a. de JC hasta 1.100 a. de JC.) y Tirinto (1.600 a. de JC. hasta 1.200 a. de JC.) en la Grecia continental, son arquetipos de ciudades mediterráneas con trazados compositivos en torno a patios interiores, con morfologías de rasgos similares a las mesopotámicas.

Fig 7. Palacio del Cnossos, en Creta. Nótese la composición de esta arquitectura aúlica como una ciudad en sí, con similares esquemas compositivos en torno a patios interiores, y compárese con la simplicidad de las ciudades de las culturas coetáneas de los Millares o del Argar. En “Restoration of Minoans paintings” original de la excavación de Elizabeth Prize y Arthur Evans.

Por tanto, desde la primera edad del Hierro, y debido al establecimiento de pueblos de la ribera oriental del Mediterráneo –protogriegos y fenicios- en el litoral de Granada, la arquitectura con sistemas compositivos en torno al patio hará su aparición en el sur peninsular, afectando a la arquitectura ibérica mucho antes de la culturización romana. El comienzo de la Edad del Hierro en el litoral granadino nacerá del cruce cultural de culturas celtas y protoíberas; y mediterráneas, que, como tantos otros hoy, vieron en este litoral un buen lugar para establecerse. Así, la presencia fenicia se data como consolidada desde el s. XI a. de JC. en los principales núcleos -Almuñécar, Salobreña y Adra- y, desde el s. VIII a. de JC, la púnica, proveniente de Cartago, una antigua colonia también fenicia.

Fig 8. Plano de localización de la necrópolis “Laurita”, en el cerro de San Cristóbal, Almuñécar. 1962. En “Almuñécar en la antigüedad” de Molina Fajardo y Huertas Jiménez.

 

Fig 9. Representación de tumba púnica en un nicho de hipogeo; y restos de cerámica en enterramiento colectivo. En Molina Fajardo y Huertas Jiménez, Op. Cit.

En el cerro de San Cristóbal, en Almuñécar, se excavaron en 1962 una ciudad de establecimiento fenicio y restos de su necrópolis, con una clara influencia griega, de establecimiento entre los ss.X y el IX a. de JC. El influjo griego quedó fijado en el s.VI a. de JC (12). Está perfectamente documentado un hábitat bien asentado y estructurado del Bronce Final Reciente, con restos materiales del s.VIII a. de JC. principalmente en la necrópolis fenicia, sección Laurita. Y la existencia de la importante ciudad no queda certificada sólo por los restos físicos, sino que las fuentes literarias lo corroboran (13): la primera mención real de Seks se debe al geógrafo griego Hecateo de Mileto, que en el s.V a. de JC. escribió sobre Seks, en su Atlas Mundiae, cita que fue recogida posteriormente por Esteban de Byzanzio, que junto con la denominación de Seks acompaña la posición geográfica de los mismos.

Fig 10. Extracto de la “Geographia” de Ptolomeo, s. II d. de JC. “Exi” es el quinto epígrafe por abajo, y “Selambina”, el 4º. Se reconoce también “Malaka” (el 7º) “Abdera” (2º) y la aún ilocalizada “Mainake” (6º). Edición de Arnold Buckinck, Roma, 1478. Servicio editorial de la Universidad de Nápoles.

De esta descripción se deduce que Seks era colonia fenicia, al nivel de Selambina –Salobreña- Malaka –Málaga– y Abdera –Adra– realidad que las excavaciones arqueológicas han confirmado en diversos puntos. Ello queda confirmado también por el geógrafo griego Ptolomeo, que en el s. II d. de JC. en su Geographia define a Sexi a 9º 45´y a 37º 15´; esto es, 9º con 45´ de longitud y 37º y 15´de latitud, entre las ciudades de Gadir y Abdera, con la cercanía de las ciudades menores de Selambina –Salobreña– y Mainake o Maenoba –junto Vélez-Málaga–. Si comparamos su definición con la que ofrece de Selambina y Maenoba –y suponiendo ciertamente que dichas poblaciones están en su ubicación actual, como es lógico–

Se fundan por tanto, en torno a finales del II milenio (14) a. de JC. Ex, Seks –la actual Almuñécar–, Salambina –ahora Salobreña- y Abdera –Adra, hoy-, además de Malaka –Málaga- y Gadir –Cádiz- por nombrar las de mayor entidad, que permanecerían como los núcleos principales de la costa mediterránea peninsular hasta la llegada de Cartago. Estas colonias de comercio fenicio se establecen en un territorio muy limitado, la ribera del Mediterráneo occidental, posteriormente complementadas por colonias griegas, como Mainake (15), entre Seks y Malaka. Estos pueblos se encuentran con las tribus descendientes de las culturas del Bronce Final, fundamentalmente argáricas.

¿Cómo se encontraba habitado el sur peninsular en la edad del Hierro?

Básicamente coexistían dos culturas. Tartessos era un pueblo culto, de la esfera de los pueblos del Argar, mezcla de agricultores y ganaderos íberos con ocupantes guerreros celtas, con importantes lazos comerciales con los pueblos fenicios y griegos de su ribera mediterránea, que dejarían su influjo en usos, costumbres y construcciones (16). Era una cultura demediada de las presentes en la península. Esta cultura se estableció principalmente por el suroeste peninsular, mientras que en el sureste, los núcleos de Mastienos o Massienos –sucesores geográficos del núcleo principal del sudeste en la época del bronce, la cultura argárica– son referidos mayoritariamente por los historiadores de los siglos V y IV a. de JC. Ambos conocían ya la fundición del hierro (17). Entre el principio del I milenio a. de JC. y mediados del siglo V a. de JC; los grupos íberos son referidos como culturas, más que como grupos tribales, puesto que los caracteres comunes de los diferentes poblados serán mayoritariamente presentes, frente a las heterogeneidades (18).

Este último milenio antes de Cristo, que podemos asimilar en la mitad de los siglos que lo componen (19) como Edad del Hierro, es por tanto especialmente intenso por los cruces culturales, ocupaciones de territorios vacíos y el florecimiento de dos culturas finalmente dominantes en la península ibérica y el sur de Francia; que Rufo Festo Avineo (20), define como íberos –entre el Ródano y el Júcar– y tartésicos–desde el Júcar hasta el Mediterráneo–. Íberos y Tartessos serán las culturas dominantes en la península ibérica durante la edad del Hierro, si bien habríamos de añadir las culturas celtíberas en el norte y centro peninsular, así como los grupos lusitanos en el centro occidental peninsular, y grupos aquitanos en pirineos y zonas del noreste peninsular. Hecateo de Mileto, historiador griego, aplica sin embargo en el mismo siglo la denominación íberos a todos los pueblos de la península (21), que posteriormente se fragmentarían en tribus ibéricas con identidad propia, algunas de ellas de clara identidad mediterránea.

 Sin embargo, desde el siglo V a. de JC. aumentan las diferencias entre las diferentes culturas, y debido al establecimiento púnico desde la costa mediterránea, el influjo se funde con las identidades de las culturas existentes en la península, implementando unas identidades muy localizadas y fuertemente contrastadas con pueblos vecinos, hasta segregar entre sí a los diferentes grupos. Este estadio identitario, afectado en gran medida por la cultura púnica, es en el que se encuentran los diferentes grupos al estallido de la segunda guerra púnica y, con ello, el acceso romano. Entre el 550 y el 250 a. de JC. se conforman y desarrollan gran variedad de grupos étnicos del sur de la península: Los turdetanos, sucesores naturales de los pueblos tartésicos, que quedan en la parte occidental del sur peninsular; los bastetanos, continuadores del foco cultural de los Mastienos (22) y los bástulos, bastetanos establecidos en la costa (23).

Fig 11. Tribus celtíberas en torno al 500 A. de JC. Mapa de Lluis Fraga Tavira.

De todos ellos se han excavado importantes poblados por toda la provincia, señalando en la provincia de Granada el tesoro turdetano de Íllora, hoy en el Museo Arqueológico Nacional –M.A.N.– y un importante poblado en Moraleda de Zafayona. Junto a Basti, la actual Baza, se encuentran todo tipo de restos y tesoros, el más conocido de los cuales es la Dama de Baza, también en el M.A.N. cuyos rasgos decorativos son totalmente mediterráneos, en claro contraste con los rasgos visuales y geométricos de la cultura celta.

La influencia mediterránea entre el año 1.000 a. de JC. y mediados de ese último milenio a. de JC. no se denota únicamente en técnicas de utillaje, ropajes y armamento, sino, sobre todo, en la arquitectura y los núcleos urbanos: Las ciudades íberas son ciudades mediterráneas, con trazados compositivos mixtos –tanto trazados en torno al patio como por partes- con densidades interiores mucho más elevadas, geometrías cuadrangulares, jerarquía de arquitecturas, recintos amurallados y cubiertas primordialmente planas o de planeidad. Compositivamente podemos afirmar que se muestran como ciudades argáricas influenciadas por las geometrías urbanas de las colonias fenicias y protogriegas.

Fig 13. Ciudadela íbera de Alorda, en Calafell, supuestamente arrasada por Escipión en el 217 a. de JC. Reconstrucción según Nicolás Brugera. Nótese la compacta morfología urbanística.
Fig 14. Poblado íbero bastetano de Begastri, según reconstrucción ideal de Sánchez Baduel. Nótese la profunda transformación del urbanismo de los Millares a la ciudad íbera compacta del último milenio a. de JC.
Fig #15. Poblado íbero de Ullastret, reconstruido por el proyecto homónimo del Museo arqueológico de Cataluña. Fragmento de una calle.

Entre todos los nombres hispanos cita las mayores del sur peninsular de Hispaniae, como ciudades de los mastienos, núcleos urbanos avanzados, del sur de Tartessos. De entre los mastienos, los bástulos ocupaban la costa central entre Gadir y Abdera. Recibe el nombre de Sixs o Sixos, primero del amplio elenco de términos similares con las que la ciudad aparece documentada en las fuentes: Six, Sex, Seks, Aex; y con posterioridad Sexi, Aexitanus, Sexitanus, Saxetanus. Ello nos hace pensar en la gran referencia que de la misma se tuvo en la antigüedad mediterránea de la que fue una importantísima ciudad de la organización de ciudades bástulas de los mastienos, cuya capital, Mastia, desconocida en su ubicación, fue destruida hacia el año 237 a. de JC. por los cartagineses, que posteriormente fundarían Cartago-Nova. De igual forma, en el s. III a. de JC. Difilo de Sinope cita el afamado salazón de Sexi, en Hispania, afirmando del mismo que “es el mejor salazón el de Amiclas y también el de Hispania, llamado sexitano, pues es el más fino y el más dulce”. Siguiendo cronológicamente las fuentes, el importantísimo geógrafo Estrabón, autor de los 16 volúmenes del Geographia desarrollado en época del emperador Augusto, dedica el tercero de ellos a Hispania. Y es en el mismo en el que aparece “…Mientras Malaka está más cerca y presenta planta fenicia, sigue después la ciudad de los Exitanos, de la cual el salazón recibe su nombre. Después de ésta está Abdera, que también es colonia fenicia…”.

Será pues durante la edad del Hierro en la que la entrada del patio como elemento y herramienta compositiva haga su aparición en la arquitectura de la península, provocando un cambio de paradigma en las ciudades, a la par que las nuevas fronteras comerciales y el desplazamiento de actividades agrícolas y ganaderas fuera de la ciudad provocan la densificación edilicia y, con ella, la forzosa disolución de los límites entre lo público y privado, característico de la ciudad mediterránea, que con Roma no sólo se consolidará, sino que se expandirá por todo un Imperio, no siendo hasta el s.XVI (24) cuando será usado en alternancia con el sistema de composición por partes.

 

Juan D. López-Arquillo

Marzo 2018

 BIBLIOGRAFÍA

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[1] Véase el capítulo “Rasgos generales de la Edad del Bronce en el alto guadalquivir”, en “La Edad del Bronce en el alto guadalquivir: una aproximación a través del registro arqueológico” de Contreras Cortés, F.

[2] El sistema de composición por partes, frente a la composición en torno al patio, es un sistema netamente indoeuropeo, fijado como sistema óptimo en climas continentales, que en la península ibérica se fija como norma en los pueblos celtas y celtíberos. Sin embargo, la composición en torno a patios es el sistema compositivo primordial en el Mediterráneo occidental desde la fundación de colonias fenicias y púnicas, en cuya cultura el patio era el sistema arquetípico, cuyas raíces se hunden en las primeras ciudades, bien consolidadas con estos sistemas desde el III milenio a. de JC. Véanse, v.gr; Jericó, Ur de los Caldeos y Jerusalén.

[3] Ésta es la imagen de tantos núcleos construidos por toda la geografía peninsular desde el bajo Neolítico y hasta la edad del Hierro, con las migraciones mediterráneas que alteran por completo la configuración arquitectónica con el elemento del patio interior.

[4] Ver el capítulo “auge y declive de las tesis celtistas” en Manuel Alberto Fernández Götz “Celtas en Andalucía. Mirada Historiográfica sobre una problemática (casi)olvidada”

[5] Adroher Auroux, A. y López López, M. “Iliberri: Origen y desarrollo de la ciudad ibero-romana de Granada”.

[6] En “el poblado y necrópolis argáricos del cerro de la encina (Monachil, Granada)”.

[7] Ver “Los celtíberos: etnia y cultura” de Alberto Lorrio.

[8] En su artículo “Lo exótico en lo vernáculo: el descubrimiento del arte íbero” María Jiménez Blanco Carrillo de Albornoz hace una original interpretación de la lectura del arte íbero desde las vanguardias artísticas de principios del s. XX.

[9] Tanto del litoral de la costa de la actual provincia de Granada, así como, con mayor motivo, del litoral del Reino de Granada.

[10] También denominadas Cananitas, al ser provenientes de la tierra de Canaan (actual Israel y Líbano). En la Biblia se les denomina Cananeos.

[11] Aunque no son las únicas, también se habrían de considerar Sidón y Beritos.

[12] Excavaciones arqueológicas de la necrópolis fenicio-púnica “laurita” en el Cerro de San Cristóbal. Artículo de Pellicer Catalán, M. en “Excavaciones arqueológicas de España, nº 17, 1962.

[13] Molina Fajardo, F. (coord.) “Almuñécar, arqueología e historia” vol I. Ayuntamiento de Almuñécar, Almuñécar, 1986. Capítulo XII, de Pastor Muñoz, M. pp. 205-236.

[14] Ver “La Málaga fenicio-púnica”

[15] Cuyo establecimiento histórico es aún desconocido, aunque es citado entre las actuales costa de Granada y Málaga.

[16] Durante siglos permaneció estable en población y con forma de gobierno monárquica, pero la pérdida de la predominancia griega en el mediterráneo a favor de Cartago –Tiro cae ante Cartago en el 573 a. de JC– implicará una conquista de los cartagineses, establecidos en Ibiza desde el s. VII a. de JC., que implicará la lenta ocupación cartaginesa de los pueblos mastienos, que se polarizarán entre su relación con las ciudades comerciales de la ribera mediterránea y con los ocupantes cartagineses.

[17] Las murallas tartésicas no pueden considerarse herederas de las fortificaciones prehistóricas del mediodía ibérico. Su estudio desde un enfoque evolucionista demostraría que emulan un prototipo oriental introducido a partir del siglo VIII a.C. por los fenicios. Ver “Murallas fenicias para Tartessos” de José Luis Escacena Carrasco.

[18] Las diferencias entre Tartessos y Mastia sigue siendo motivo de profundas investigaciones, pues incluso el propio establecimiento de Tartessos en el Suroeste peninsular tiene claros detractores. Es necesario referenciar la obra de la Dra. Nuria Sureda Carrión al respecto.

[19] Entre el 750 a. JC. y el 250 a. JC, aproximadamente.

[20] historiador protorromano que recorre Europa en el s. V a. de JC.,

[21] Las referencias bibliográficas son muy extensas, pero la cultura de Tartessos se mantiene tratada como tal, mayoritariamente, aunque algunos autores la tratan como perteneciente e inclusiva a la cultura de Mastienos. Schulten, A. “Tartessos” en el Symposium de prehistoria peninsular, Madrid, 1972; Carriazo, J.M. “Tarstessos y el tesoro del Carambolo” Madrid, 1973; y, especialmente, “Tartessos y los orígenes de la colonización fenicia” de Blázquez, J.M.

[22] Ver “Paleoetnología de Andalucía Oriental” de Pastor Muñoz, M; Carrasco Ruz, J. y Pachón Romero, J.

[23] Los bástulos, denominados bástulo-púnicos por diversos investigadores, son la muestra de la complejidad étnica del sureste de la península ibérica. Ver “Bastetanos y Bástulo-púnicos. Sobre la complejidad étnica del sureste de iberia” de Ferrer Albelda, E.

[24] Según el profesor Antón Capitel, al hablar de los sistemas paradigmáticos de composición por partes en sus numerosas obras.