Como vimos en la anterior sección de esta lectura historiográfica de la morfología urbana y arquitectónica del litoral granadino, hasta el Bronce final los conjuntos urbanos se conforman desde una clara delimitación entre interior y exterior. Bien a nivel de unidad constructiva, bien como conjuntos fundados en la necesidad de defensa y alimentación por agregación y cierta especialización social, los conjuntos edificados estaban compuestos mediante unidades compactas, articuladas como conjunto mediante la repetición, y separados del exterior mediante recintos amurallados.
Así, la construcción y la morfología urbana en la cultura de los Millares (3.200 a. JC.- 1.800 a. JC.) estaban formadas por células constructivas independientes, con espacio interior unitario, y rodeadas por una línea de fortificación, que dejaba gran cantidad de espacio libre en el interior del conjunto, pero siempre opuesto al espacio arquitectónico, interior y unitario, de las construcciones. Sin embargo, la cultura argárica (2.500 a. JC.- 750 a. JC.) sigue conformando sus unidades constructivas como contenedores de espacio único, aunque de planta rectangular y con agrupaciones de las mismas que responden a criterios de minimización del espacio colectivo interior del conjunto. El espacio interior sigue siendo unitario, si bien la defensa del conjunto viene dada por la ubicación en mayor grado que por elementos defensivos añadidos. Ambas consideraciones fueron tratadas con anterioridad. (1)
En el litoral de Granada, por tanto, hasta el periodo del Bronce final la conformación arquitectónica y urbana se realizará mediante composición por partes (2), basada en construcciones en pabellón sencillo, unitario y compacto, asimilado a objeto en el paisaje y de configuración exenta y separada del resto de unidades del conjunto formado por mera repetición de unidades de mínima variación entre sí, al estar limitadas fundamentalmente por la disponibilidad de materiales de construcción de fácil extracción en el entorno próximo (3). Ésta es la morfología de las configuraciones tipológicas de las agrupaciones humanas fuera de cuevas en el bajo Neolítico, esto es, desde el IV milenio a. de JC. hasta el Bronce final -I milenio a. de JC.-, y el litoral de Granada no es excepción.
Edad del Hierro: 750-250 a. JC.
Es la Edad del Hierro la etapa en la que se puede afirmar se genera la cultura íbera. Entre el 1.100 y el 700 a. de JC, la perfusión de culturas en la península evidencia la bondad de este entorno para la supervivencia personal y el progreso social de diferentes culturas.
Por una parte, a finales del II milenio y principios del I milenio a. de JC. se establecen en zonas concretas de Granada, Almería y Málaga grupos provenientes de culturas de la meseta, que sin embargo no alteran en gran medida el sustrato cultural precedente existente en este ámbito, fundamentalmente de culturizaciones argáricas, del bronce final (4). Estas culturas poseen un urbanismo de origen celtibérico, coincidente en gran medida con los modelos argáricos ya presentes en la región, por lo que las innovaciones no lo son a nivel urbano o arquitectónico.
Los poblados al comienzo de la alta edad del Hierro –edad del Hierro I, entre el 1.200 y el 1.000 a. de JC.- en el ámbito de la actual provincia de Granada, son en su mayoría de fundación anterior, como el Cerro de la Virgen en Orce, el Cerro de la Encina en Monachil, el Cerro de los Castellones en Morelábor y la Cuesta del Negro en Purullena (5). En las mismas podemos observar los principios de organización urbana y de configuración arquitectónica propios de la cultura del Argar. La innovación del hierro, sobre la técnica del bronce, no permitió una evolución técnica tal que conllevara cambios representativos a nivel arquitectónico, por lo que los poblados referenciados en esta época del Hierro son, muy mayoritariamente, continuaciones de los del Argar, si bien se producen en todos ellos notables ampliaciones en su extensión durante el periodo (6).
Sin embargo, y es lo verdaderamente característico de nuestro litoral, en el actual ámbito de la costa granadina comienza la fundación de poblados comerciales por parte de expediciones protogriegas y fenicias –éstos últimos fundan núcleos estables en la costa- que junto las invasiones célticas, y las culturas autóctonas –en este entorno y época, básicamente descendientes del Argar- se entremezclan en la península dando lugar a un conglomerado complejo de culturas celtibéricas (7). Este proceso, apasionante, de generación de la cultura íbera, sigue en abierto (8), y poco a poco recupera el lugar que merece en el estudio de nuestra historia, desgraciadamente preferida –al menos, hasta ahora- en otros estratos posteriores.
Con la llegada de estos pueblos mediterráneos en el litoral sur Mediterráneo y principalmente en el litoral de Granada (9), hará su entrada un elemento arquitectónico que alterará la configuración del espacio interior de las edificaciones, y, con él, el de la morfología de la ciudad: el patio. Este elemento es el nexo clave de articulación en la composición de la arquitectura mediterránea, cuyo origen se remonta al de las ciudades más antiguas del mundo: las del creciente fértil, en especial la fenicia -a los efectos de ésta innovación arquitectónica- las del sur de Mesopotamia y las protogriegas. Estas culturas, con ciudades ya de varios milenios de antigüedad a su llegada al litoral de Granada, posee el patio como elemento morfológico primordial en los códigos geométricos de las mismas.
Las ciudades fenicias (10), principalmente Byblos y Tiro (11) son asimiladas como los polos característicos de un amplio periodo que abarca el nacimiento y el desarrollo del urbanismo en fenicia, desde sus inicios en el Bronce Antiguo, su consolidación durante el Bronce Medio y Final y su reestructuración final a lo largo del Hierro, cuando se expanden por el Mediterráneo. La ciudad de Byblos está comúnmente establecida como una de las más antiguas del mundo, fundada en torno al 4.800-4.500 a. de JC. y hasta nuestros días.
Las ciudades fenicias poseían similar contraste entre interior y exterior -demediado por los sistemas defensivos amurallados- al de ciudades del Cobre y el Bronce, pero contaban en su interior con una jerarquía en sus construcciones, diferenciando el tejido residencial general, de los equipamientos comunitarios. Esta graduación o jerarquía no se produce únicamente respecto del uso, sino sobre su configuración tipológica y, especialmente, la escala de dichas arquitecturas representativas.
En dicho entorno, también ciudades sumerias como Ur de los Caldeos, Jericó, Jerusalén, ya se encuentran bien establecidas en torno al 2.000 a. de JC. Poseen una alta densidad edificatoria en las que sólo los Temenos y los puertos representaban espacios libres interiores aparte de las estrechas calles
En estas ciudades sumerias no se segregaban de forma absoluta el espacio público y el espacio privado, sino que entre sus diferentes alineaciones existía una graduación de usos mixtos y propiedad indefinida facilitados bien por el clima templado, bien por las limitaciones técnicas producidas por los materiales disponibles –básicamente adobe y madera de tamarindo, de baja resistencia, para la mayor parte de las construcciones residenciales- que limitaban las dimensiones de sus unidades constructivas y, además, por las limitaciones que el carácter defensivo de las ciudades imponía.
En dichas ciudades, con una ocupación cercana al 85% del espacio disponible total, el mecanismo compositivo del patio, esto es, una estancia central descubierta y abierta al resto de estancias, permite dotar de la imprescindible isolación y aireación a las viviendas, cerradas sobre sí mismas debido a la densidad de uso de los espacios libres.
A las culturas mesopotámicas habrá que sumar las culturas protogriegas, micénicas y minóicas, cuyas configuraciones arquitectónicas en torno al patio pueden ser establecidas tipológicamente como el germen de la arquitectura mediterránea, de composición por patios. Ciudades Minóicas como Cnosos (del 2.500 a. de JC. hasta el 1.500 a. de JC.) en Creta, y ciudades micénicas como Micenas (1.800 a. de JC hasta 1.100 a. de JC.) y Tirinto (1.600 a. de JC. hasta 1.200 a. de JC.) en la Grecia continental, son arquetipos de ciudades mediterráneas con trazados compositivos en torno a patios interiores, con morfologías de rasgos similares a las mesopotámicas.
Por tanto, desde la primera edad del Hierro, y debido al establecimiento de pueblos de la ribera oriental del Mediterráneo –protogriegos y fenicios- en el litoral de Granada, la arquitectura con sistemas compositivos en torno al patio hará su aparición en el sur peninsular, afectando a la arquitectura ibérica mucho antes de la culturización romana. El comienzo de la Edad del Hierro en el litoral granadino nacerá del cruce cultural de culturas celtas y protoíberas; y mediterráneas, que, como tantos otros hoy, vieron en este litoral un buen lugar para establecerse. Así, la presencia fenicia se data como consolidada desde el s. XI a. de JC. en los principales núcleos -Almuñécar, Salobreña y Adra- y, desde el s. VIII a. de JC, la púnica, proveniente de Cartago, una antigua colonia también fenicia.
Fig 8. Plano de localización de la necrópolis “Laurita”, en el cerro de San Cristóbal, Almuñécar. 1962. En “Almuñécar en la antigüedad” de Molina Fajardo y Huertas Jiménez.
Fig 9. Representación de tumba púnica en un nicho de hipogeo; y restos de cerámica en enterramiento colectivo. En Molina Fajardo y Huertas Jiménez, Op. Cit.
En el cerro de San Cristóbal, en Almuñécar, se excavaron en 1962 una ciudad de establecimiento fenicio y restos de su necrópolis, con una clara influencia griega, de establecimiento entre los ss.X y el IX a. de JC. El influjo griego quedó fijado en el s.VI a. de JC (12). Está perfectamente documentado un hábitat bien asentado y estructurado del Bronce Final Reciente, con restos materiales del s.VIII a. de JC. principalmente en la necrópolis fenicia, sección Laurita. Y la existencia de la importante ciudad no queda certificada sólo por los restos físicos, sino que las fuentes literarias lo corroboran (13): la primera mención real de Seks se debe al geógrafo griego Hecateo de Mileto, que en el s.V a. de JC. escribió sobre Seks, en su Atlas Mundiae, cita que fue recogida posteriormente por Esteban de Byzanzio, que junto con la denominación de Seks acompaña la posición geográfica de los mismos.